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Amor roto por el clima: cuando la corrección política se interpone entre dos corazones

La historia de Ana y Carlos parecía perfecta: se conocieron en una fiesta de amigos en común, se gustaron al instante y empezaron a salir. Ambos eran profesionales exitosos, compartían valores y aficiones, y se llevaban bien con sus respectivas familias. Sin embargo, había algo que los separaba: la corrección política.

Ana era una mujer comprometida con las causas sociales y ambientales, que defendía el feminismo, el antirracismo y el veganismo con pasión. Carlos era más moderado y pragmático, que respetaba las opiniones de los demás pero no se dejaba influir por las modas o las presiones sociales. A veces discutían por temas como el lenguaje inclusivo, la diversidad cultural o el consumo responsable, pero siempre terminaban reconciliándose con un beso.

Un día, Ana le propuso a Carlos ir a una manifestación contra el cambio climático. Carlos aceptó a regañadientes, pensando que era una forma de apoyar a su novia y pasar tiempo con ella. Sin embargo, al llegar al lugar de la protesta se encontró con una escena que lo dejó perplejo: miles de personas gritando consignas contra el gobierno, la industria y el capitalismo; pancartas con mensajes radicales y ofensivos; activistas encadenados a árboles o tirados en el suelo simulando estar muertos; policías intentando controlar la situación.

Carlos se sintió incómodo e intimidado por aquel ambiente hostil y violento. No entendía cómo Ana podía participar en algo así. Se acercó a ella y le dijo:

– Ana, esto es una locura. ¿Qué hacemos aquí? Esto no es una manifestación pacífica sino un acto de vandalismo.

– Carlos, no seas ciego ni insensible. Esto es una forma legítima de expresar nuestro descontento y nuestra exigencia de justicia. El planeta está en peligro y tenemos que hacer algo para salvarlo.

– Ana, yo también me preocupo por el medio ambiente pero creo que hay otras formas más racionales y efectivas de actuar. Esto solo genera rechazo y violencia.

– Carlos, no me digas que eres uno de esos negacionistas o indiferentes que piensan que todo está bien mientras ellos puedan seguir consumiendo sin límites.

– Ana, no me insultes ni me juzgues sin conocerme bien. Yo soy consciente del problema pero también soy realista y pragmático.

– Carlos… – Ana suspiró decepcionada – Creo que tenemos visiones muy diferentes del mundo y de la vida.

– ¿Y eso qué significa? – preguntó Carlos temiendo la respuesta.

– Significa… – Ana hizo una pausa antes de continuar – Significa que quizás no somos tan compatibles como pensábamos.

Carlos sintió un nudo en la garganta al escuchar esas palabras. No quería perder a Ana pero tampoco quería renunciar a su forma de pensar ni fingir ser alguien que no era. Se miraron a los ojos buscando alguna señal de esperanza pero solo vieron tristeza e incomprensión.

Ana tomó la mano de Carlos y le dijo:

– Lo siento mucho… Te quiero… Pero creo que lo mejor es que nos demos un tiempo…

Carlos asintió sin poder decir nada más. Se abrazaron por última vez mientras las lágrimas les caían por las mejillas.

Así terminó la historia de Ana y Carlos: dos personas que se amaban pero no podían entenderse; dos personas que buscaban equilibrio entre corrección política
y sinceridad en el amor pero no lo encontraron.

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